Crítica sin spoilers de Indiana Jones y el dial del destino. A la fórmula perfecta de Indy le sobra media horita de metraje

Crítica sin spoilers de Indiana Jones y el dial del destino. A la fórmula perfecta de Indy le sobra media horita de metraje

Indiana Jones está dispuesto a volver a divertir al mundo haciendo gala de sus mejores armas.

Me resulta imposible desvincularme emocionalmente de Indiana Jones para encarar la crítica de una de sus películas. Más cuando esta, Indiana Jones y el dial del destino, supone la despedida del personaje. Y no creo que nadie pueda en realidad desvincularse del fenómeno de Indiana Jones. Porque el personaje y las tres primeras películas de la saga forman parte de la historia del cine de una manera tan significativa que es imposible entender el cine desde 1981, como industria y espectáculo, sin las aventuras de este intrépido arqueólogo. Pero eso no quiere decir que tras ver la película no tenga una opinión firme sobre ella.

Me resultaba desalentador que tras su presentación en el Festival de Cannes la película estuviera recibiendo una sucesión de palos, en el peor de los casos, y reseñas tibias, en el mejor. En realidad no quería entrar en detalles antes de ver la película por mí mismo. Siempre procuro entrar en la sala de cine sin prejuicios de segunda mano. Pero los ecos que llegaban de las primeras impresiones no resultaban nada alentadores. Ahora, con la película vista, las encuentro tan sorprendentes como incomprensibles. Y es que esta quinto film de Indiana Jones me parece la reformulación perfecta de una película de Indiana Jones, con 40 años de carreras, saltos, peleas, disparos, fortuna, gloria y una vergonzosa nevera en el cuerpo, que no es poco.

Indiana Jones 5 es una película valiente
Cuando se usa la etiqueta de «película valiente» se suele hacer referencia a producciones que bien por su temas, bien por su apuesta artística, apuestan por algo arriesgado, innovador, rompedor. Y os va a parecer raro, pero creo que Indy 5 es valiente precisamente por todo lo contrario. Tal vez su gesto más arriesgado sea poner una película de Indiana Jones en pantalla sin contar con el tándem creativo de George Lucas y Steven Spielberg, los meritorios papás de la criatura. Pero hablaré de eso luego. Pero también lo es estrenar un largometraje de Indiana Jones que es, básicamente, una película de Indiana Jones. Sin más. Del primer fotograma a la última palabra de los créditos. Y eso, a día de hoy, creo que es jugársela. Porque la taquilla en los últimos años parece decidida a demostrar que este tipo de historias ya no funcionan como hace 40 años. Menos cuando su protagonista es un señor de 80 años.

Pero la apuesta de Paramount, Disney y Lucasfilm está ahí: darle una despedida al personaje que haga olvidar el regustillo amargo de La Calavera de Cristal y le dé a los fans el cierre que tantos años llevan esperando. Y digo a los fans porque la película está completamente dirigida a ellos, ahí están la acumulación de guiños y referencias que se amontonan en el metraje como incontestable prueba. Pero dudo que a día de hoy ver a Harrison Ford en el centro de los carteles atraiga masivamente a la chavalería a los cines. Ellos se lo pierden, la verdad, porque la película es divertidísima. Pero bueno, los gustos han cambiado, y de eso va también un poco esta historia: de hacerse mayor y retirarse con la mayor dignidad posible. Y no dentro de una nevera, insisto.

Qué difícil es tratar de ser Steven Spielberg
Una película de Indiana Jones no deja de ser una película de Steven Spielberg. E incluso al Spielberg de la película de 2008 le costó llegar al nivel del Spielberg de las tres primeras películas. De ahí que el trabajo realizado por James Mangold sea meritorio y que lograra el aplauso del propio Spielberg. Porque no, Mangold no es Steven Steven Spielberg, pero por el momento esta nueva película podría pasar por una de Spielberg, ahí es nada. No sé si a un director de cine se le puede decir algo mejor. No solo es mérito suyo, entiendo. Hay que destacar el trabajo de fotografía de Phedon Papamichael y la edición, trepidante, del equipo formado por Andrew Buckland, Michael McCusker y Dirk Westervelt. Y si en algún momento su trabajo pierde algo de fuerza, ahí viene el maestro John Williams con su banda sonora al rescate, y con la torcida sonrisa de Harrison Ford cubriendo la retaguardia.

Mangold es capaz de mantener el ritmo durante casi dos horas y media de película en la que, sí, en su esfuerzo final se diluye un poco todo lo que hasta entonces consigue la película. Es una pena, porque con algo menos de pirotecnia y media horita menos de película les habría queda una película soberbia, una que es tan Indiana Jones de pura cepa como los paisajes exóticos, las persecuciones, los puentes cuerda, las peleas en bares, el látigo y el sombrero.

crea que el Arca de la Alianza (sea realidad arqueológica o no), fuera de verdad «una radio para hablar con Dios». Pero aceptando eso, porque esto es una película de Indiana Jones (insisto), el resto funciona increíblemente bien. Es cierto que casi todo recuerda a otras cosas que ya hemos visto en otras entregas de la saga: la pelea en el Club Obi Wan, la persecución en las vagonetas, las trampas en yacimiento arqueológicos perdidos y las carreras arriba y abajo. Pero de eso se trata, ¿no?